LOS EFECTOS DEL CORONAVIRUS EN EL VALOR DE LA LIBERTAD
“Hay personas que sueñan con la libertad, pero están enamoradas de sus cadenas”
La humanidad, una vez más, atraviesa uno de los obstáculos que siempre “acompañó” su existencia, la peste. En esta etapa de su largo devenir histórico, la pandemia del coronavirus.
Pestes hubo, existen y existirán. Todas fueron superadas. El avance de la ciencia ha hecho que el homo sapiens las vaya venciendo, ninguna puso la vida humana en situación de exterminio. No tengamos dudas que los virus y las epidemias seguirán surgiendo y convivirán entre nosotros, pero no vacilemos en tener fe que las seguiremos superando de la mano de la ciencia.
Este flagelo nos pone ante un escenario mundial que cambiará a futuro nuestras vidas una vez derrotado el virus. En ese análisis de cambio entiendo preocupante los efectos que tendrá el coronavirus en el valor de la libertad, que por naturaleza es inherente al ser humano y es el que ha hecho factible el progreso de la civilización cuando se lo deja florecer.
Estamos en una época en la que las libertades individuales se hallan restringidas por razones de salud pública que imponen que la vida humana se asegure. Las fronteras se cierran, la libre circulación ambulatoria y de trabajar se limitan. Es decir, vivimos un momento en el que las garantías individuales con rango constitucional se ven suspendidas a raíz de la orden de cuarentena, las cuales se verán más vedadas aún si se llega a declarar el Estado de Sitio.
La protección con la que hoy nos blinda el Estado tiene su justificación en razón de que la convivencia ciudadana se ha tornado alterada por la pandemia. No obstante, la desmesura que puede alcanzar esta coraza “salvadora” traerá aparejada un perjuicio económico inconmensurable. Ligeramente se dice: “avancemos con la presencia del Estado”, “vamos con las políticas activas del Estado interviniendo los mercados”, “necesariamente se debe emitir dinero aún a riesgo de mayor inflación”, “adelante con los controles de todo tipo”, “primero la vida, luego la economía” (como si una y otra no tuvieran nexo). Puedo llegar a entender la emocionalidad con la que se vive esta desgracia humanitaria, pero no puedo comprender la irracionalidad con las que muchos pretenden que se apliquen esos principios económicos en un país que ya estaba cercano al default.
Puede alguien con sentido común sostener que los innumerables cuentapropistas (formales e informales) que necesitan de la calle para subsistir, soportarán por largo tiempo “las cuarentenas” por venir y que no saldrán a ganarse el pan diario indispensable? Sin hesitar correrán el riesgo, se expondrán y nos expondrán a los que “por ahora aguantamos” económicamente. Qué orden recibirán las fuerzas de seguridad? Los encarcelarán por intentar saciar el hambre? La recomendación hoy exigible de “me quedo en casa”, no será posible mantenerla por largo tiempo. Solo los “frescos nabos” que pueden quedarse en sus casas defienden semejante premisa para todos los argentinos. Hasta cuándo nos quedaremos en casa? No olvidemos que pestes y hambrunas fueron socias inseparables cuando el tirano tiempo elongó la primera. No hay silogismo posible que pueda respaldar que la peste extendida en el tiempo no traerá hambre. La conclusión nunca puede arrojar un resultado favorable. Si se materializa esa combinación sería triste, pero sería inevitable.
Es recurrente olvidar que el Estado no es generador de riquezas, somos los privados los que producimos. Si en las circunstancias que nos hallamos, tenemos impedimentos para producir y el Estado pretende seguir esquilmándonos con impuestos, muy difícil será mantener un equilibrio razonable entre lo que implica asistencia a la salud y no profundizar la pobreza. En tal caso, el resultado será menos salud, más pobreza.
Quienes cultivan ideas estatistas están de parabienes izando las banderas del papá Estado benefactor manifestando que es el Estado el que siempre nos ampara.
En todo este contexto, considero que debemos pensar cómo se organizará el nuevo orden social una vez dominado el parásito venenoso. Será con más injerencia estatal en virtud de que nos sedujo con la seguridad que nos brindó durante la vigencia del coronavirus? Será con nuevas reglamentaciones y regulaciones? El valor de la libertad tendrá la posibilidad de respirar más oxígeno para que pueda ser más fructífero?.
Tendremos la oportunidad de formular un nuevo contrato social, el vínculo Sociedad-Estado debe modificarse. Serán tiempos para que surjan nuevos liderazgos. Ansío que los mismos tengan la lógica que no es el populismo ni el autoritarismo los que nos conducirán a salvaguardar el valor de la libertad. Anhelo que el presente que vivimos, con miedos y pánicos, no los haga arribar al corolario que se debe alimentar al Leviatán de Hobbes, colocándonos un corset que encierre el valor de la libertad.
Vivir en el mundo siempre fue incierto y lo será. Esa incertidumbre y los riesgos que conlleva nunca pueden dirigirnos a un camino de servidumbre.
Los valores Vida, Libertad y Propiedad, son los bienes jurídicos que nuestra Constitución Nacional fijó como ejes de nuestra vida en sociedad. Los titulares de esos valores somos los individuos, no es el Estado; éste es quien debe velar que esa titularidad no se traslade desde los individuos hacia su poder. Esos valores son vitales para el desarrollo de los individuos en una sociedad, no son creados por el derecho, éste solo los reconoce y es el Estado quien debe afianzarlos.
La tragedia que sufrimos aumenta la intromisión del Estado en las libertades consagradas en la Carta Magna con el fin de proteger vidas, tutelando la salud pública. Empero, reitero, una vez que superemos la valla que nos inmoviliza, la libertad debe resurgir con la plenitud que merece. Es una ocasión para estudiar entre otros temas: Cuál es el rol del Estado, cuánta burocracia necesita para administrarse, a cuánto debe ascender el gasto público teniendo en cuenta cuáles son las políticas públicas a las que debe dedicarse, cómo deberían gestionarse las escuelas en su faz administrativa como pedagógica. También es pertinente que reflexionemos que el medio ambiente deberá ser respetado cuando producimos, que al competir debemos atenernos a reglas, que debemos aprender a cumplir con las normas institucionales.
En fin, debemos aprender a educarnos en la libertad luego de ganar esta batalla.
Presidente Fundación LibreMente & Columnista de Diario “El Norte”, Dr. Orlando Litta
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