LA VIGENCIA DE MIEDOS Y COMODIDADES

“Si tenéis pensamientos temerosos, viviremos con miedo”.

Marco Aurelio.

“Por un lado, el Estado tiende a extender sin cesar su esfera de acción; y por el otro, el individuo parece cada vez más dispuesto a preferir los huevos fritos a la libertad”. 

Salvador de Madariaga.   

Hace una década escribí una nota titulada “Miedos y Comodidades”, advirtiendo las nefastas consecuencias que producen estas actitudes en la vida de una sociedad que pretenda convivir civilizadamente en el marco de una democracia republicana.

          Pues bien, tal advertencia sigue vigente y un horizonte sombrío cada vez más cercano nos espera, sin darnos cuenta que el Estado nos sujetará para siempre con su yugo. 

         Creo oportuno y necesario volver sobre el contenido de ese texto en razón de la creciente decadencia que padecemos, independientemente del partido político que nos haya gobernado ya que todo sigue igual.

          En muchas ocasiones me he preguntado por qué el ciudadano argentino honesto, trabajador y educado se encuentra cada vez más reacio, renuente y esquivo a participar decididamente en actividades que hacen a la formación y desarrollo de la República, o sea de la “cosa pública”, de las cuestiones públicas.

          Me refiero a esa calificación de argentinos –que no son pocos- puesto que, considero, son los que pueden lograr la transformación de este país por un camino sensato y serio, aún con ideas o posiciones diferentes frente a las cuestiones públicas. Aludo a esa clase de argentinos en virtud de que son los más quejosos y/o sufridos en este confuso y mareado país. Apunto a ellos porque con su actitud pasiva son los que en definitiva hacen que la Argentina siga como está, son los que promueven indirectamente que la corrupción y la falta de profesionalidad en las funciones públicas continúe.

          Lógicamente, existen siempre excusas “valederas” en cuanto a que el trabajo y la familia no nos permiten dedicarnos a las “cuestiones de todos”. Excusas no suficientes a mi criterio. Siempre habrá un tiempo si nos preocupa el país, deténganse ustedes a pensar un instante en el tiempo que dedicamos a frivolidades o decimos estamos aburridos; no es poco, piénselo. Tal vez, no todos puedan, pero seguro que sí una buena cantidad de ellos puedan actuar en el terreno público.

          Cuando expreso el terreno público no me circunscribo a la actividad política solamente sino a todo tipo de actividad que tenga efecto público, es decir al trabajo en entidades intermedias como asociaciones profesionales, cámaras empresariales, organizaciones no gubernamentales de distinta índole (ambientales, educativas, salud, etc.). Estas entidades si son responsables, producen un gran impacto en las cuestiones públicas y ejercen una presión saludable sobre el poder político enviándoles señales de control a sus excesos.

          La apatía y la desidia se han instalado. ¿Por qué se han instalado? Entiendo que obedece a miedos y comodidades que lamentablemente también se han asentado como causas o con causas de aquella pasividad.

          La palabra miedo en su primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española, significa “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”; en su segunda acepción dice “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. El miedo nos ata, inmoviliza, por lo tanto nos esclaviza. Todo ello nos frustra, ni siquiera nos hace fracasar ya que el que fracasa intentó hacer algo pero perdió, es decir arriesgó. La frustración es lo peor, el ser humano se anula.

          El miedoso nunca suma, es peor que neutro, resta. En la vida para progresar y hacer progresar hay que sumar y multiplicarse. El miedoso olvida que solo el accionar decidido, no tímido ni tibio, produce el cambio que se necesita. Olvida la potencialidad que tiene como individuo, opaca sus talentos y virtudes.

          La actitud que debe tenerse tiene que ser resuelta, valiente como corresponde a un ser metatudo. El tímido, el inseguro, confunde a los decididos; ergo es preferible que se abstenga. Los partidos políticos y las organizaciones no políticas no pueden ser la caverna en donde depositan sus culpas o pretenden calmar su conciencia actuando temerosamente.   

            No son épocas para los miedosos, son épocas de riesgos, de riesgos racionales. Pensemos con fortaleza de ánimo, con autoestima, no con temeridad.

            La otra causa o concausa que signo es la comodidad. En este punto me remitiré a lo que el pensador español Salvador de Madariaga le respondió a un profesor que dijo a sus alumnos: “Hoy en día al hombre corriente lo que le preocupa no es la libertad sino los huevos fritos”. Ante tal afirmación el intelectual manifestó: “La cura para esa enfermedad es un período de diez años en la cárcel con huevos fritos todos los días”. Tal respuesta creo que les cabe a quienes obtuvieron algún “bienestar económico” -algunos con el privilegio del amiguismo estatal-, que les hace olvidar lo que viene sucediendo en el país desde hace un largo tiempo, o lo recuerdan en la filosofía del café. Deberían ser conscientes que paulatinamente perderán ese bienestar.

            El país necesita líderes con valores, en todos los ámbitos (culturales, económicos y políticos). Para que surjan esos líderes se debe terminar con la inacción de los buenos, es decir de los honestos, trabajadores y educados. De ellos emergerán las soluciones que el país requiere, caso contrario seguirán los de siempre, o sea los corruptos, los que viven de los que trabajan y los que educarse o educar no les interesa.

          De no salir a flote los líderes buenos, la sociedad argentina permanecerá en el estado actual, o sea en el que los saqueadores exprimirán a los creadores del progreso real. Si tenemos individuos miedosos y cómodos tendremos una sociedad miedosa y cómoda, la consecuencia lógica será una nación miedosa y cómoda.     

          Debemos huir de la perturbación angustiosa que ocasiona el miedo y de la tranquilidad económica que dan los huevos fritos.

           La nación pide a gritos líderes éticos, respetuosos del valor del trabajo y la propiedad privada, defensores de las libertades individuales, y que no tengan como eje de sus vidas obtener el poder estatal para exprimir a sus conciudadanos bajo el terrorismo fiscal. Si se siembran esos valores, alguna vez cosecharemos buena salud republicana.

Presidente de la Fundación LibreMente, Dr. Orlando Litta

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