NUESTRA SERVIDUMBRE ANTE LOS TRIBUTOS 

“Un gobierno fiscalmente sobredimensionado es más peligroso que un ejército invasor”

Thomas Paine.

          En la historia de la humanidad los impuestos han sido una carga molesta que sigue “acompañando” la vida de los individuos. Con distinta intensidad conforme a las épocas y regiones o países que se aplicaban los tributos, se fue configurando una matriz destructiva de la propiedad, por lo tanto destructiva de la libertad y en consecuencia atentatoria contra la vida misma de las personas en cuanto a la limitación en las que se enmarcan sus proyectos de vida laborales y productivos económicamente.

          En términos de fisiología social, los actores de la sociedad constituiríamos órganos sociales, que al estar “conviviendo” coactivamente  con los tributos vemos que no podemos desarrollar armónicamente y en libertad aquellos proyectos. Somos seres vivos impedidos –por la fuerza opresora del Estado- de evolucionar realizando funciones que alimenten los procesos vitales para los que estamos capacitados.       

          Específicamente, en Argentina como en otros países con gobiernos populistas, las transacciones, acuerdos, emprendimientos, asociaciones, ahorros;  se encuentran atados a las cadenas que el Estado –nacional, provincial y municipal- se encarga de sujetar convirtiéndonos en esclavos de los tributos, y con ello dando lugar al desempleo, al empleo informal, a la corrupción y la evasión.

          El orden espontáneo en el que deberíamos desenvolver las actividades económicas, en un marco legal no asfixiante de la libertad creadora, ha sido anulado por el poder absoluto e inconstitucional que el Estado ejerce sobre nuestra persona y propiedades.     

          Los derechos individuales que por naturaleza nos pertenecen –vida, libertad y propiedad- deberían estar protegidos y  resguardados  por las leyes, tal como se consagra en la ley madre, la Constitución Nacional. El motivo y fundamento por el que se ha dado nacimiento a las leyes en Occidente, en el seno y formato republicano-democrático, ha sido el de brindar seguridad a los individuos garantizando los derechos naturales referidos. Muy por el contrario, las leyes tributarias especialmente, se han vuelto una máquina de saqueo. Es decir, en un saqueo legal que oprime y perturba nuestras vidas.

          Tal saqueo se ha generalizado sistemáticamente con el ´pretexto de contemplar inequidades y planificar vínculos sociales, para lo cual el Estado crea y multiplica derechos expoliando a los contribuyentes. O sea, el Estado hace filantropía forzando nuestras voluntades. De este modo, el asistencialismo se transformó en un derecho.

          Sin perjuicio de una filantropía viciosa, también se administra y ejecutan obras públicas violando normas y fallos judiciales que impiden el avance y culminación de las mismas. Todo ello con el dinero de los contribuyentes, a través de tasas municipales desmesuradas y múltiples, como asimismo de dobles y triples imposiciones de impuestos provinciales y nacionales.

          Es lamentable que muchos individuos consientan esta expoliación, algunos vencidos por agotamiento, otros con el argumento “roban pero hacen”. Ansío que alguna vez  acabemos con esa indignante frase y que quienes la expresan no eduquen a sus hijos con ese lema delictual. Con esa postura, se está borrando de las conciencias de los individuos lo que es moral y lo que es inmoral. En tal sentido, cabe recordar a Frederic Bastiat: “Cuando el saqueo se convierte en el modo de vida de un grupo de hombres en una sociedad, no tardarán en crear un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique”.

          En las tres grandes revoluciones políticas de Occidente que dieron impulso a que los individuos y las sociedades prosperen, germinando las libertades individuales y los derechos humanos (Inglaterra 1688, E.E.U.U 1776 y Francia 1789), los impuestos han sido un condimento decisivo para que triunfen.

          La experiencia indica que los tributos son muy sensibles en el accionar humano. La evasión fiscal tipificada como delito, es efecto del terrorismo fiscal que conduce el Estado. Entiendo que no estamos lejos de una rebelión fiscal, puesto que la misma reflejaría –pacíficamente- la legítima defensa que tenemos que llevar adelante los individuos cuando el Estado en el ejercicio de un poder ilimitado viola nuestra vida, libertad y propiedad.

Presidente Fundación LibreMente, Dr. Orlando Litta.

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